lunes, 8 de marzo de 2010

Los funestos ejemplos en los medios

Marta Lucía Gómez de Arango

Lo que presentan repetitivamente los medios, especialmente la televisión, permea poco a poco a las audiencias y con mayor razón cuando se trata de niños y adolescentes.

La responsabilidad de los medios, y me refiero a quienes los manejan y utilizan, debe ser mucho más cuestionada por nosotros, sus públicos.

Muchas películas, series y novelas se convierten en escuelas de pandilleros y bandidos. Son una manera de volver puesta en común las difetentes técnicas y metodologías para hacer el mal. Y eso no es todo, pues los comportamientos equivocados encuentran validación para aquellos que creen que todo les está permitido.

La forma como muchos directores presentan las escenas no tienen como objetivo solamente la catarsis social, son apelaciones al morbo de la audiencia para ganar rating y se vuelven enseñanza con ejemplos paso a paso para cometer crímenes.

Con aquello de que tenemos que hacer catarsis porque esa es nuestra realidad, nos han tratado de meter un cuento que no es. Es cierto que debemos conocer nuestra realidad, pero no ensañarnos en algunos aspectos de esa relidad y generalizarla como hacen las narcoproducciones colombianas. Más que catarsis lo que hacen es dañarnos, no sólo porque muchas acciones se convierten en ejemplos, sino que nos desprestigian nacional e internacionalmente.

Piensen solamente cómo tratan de solucionar los problemas los personajes de la televisión y del cine. En muchos casos el personaje acude a la violencia y a la copa de licor. Así le decimos a niños, adolescentes, e inclusive a algunos adultos, que estas son opciones para solucionar los problemas.

No podemos saber cuánto alcholismo han validado estas escenas -presentes en la televisión mundial- Pueden responder que al alcoholismo llegan tarde o temprano a las personas propensas. Sin embargo, cuando el mensaje va a niños y adolescentes, la revalidación de conductas que se vuelven cotidianas, facilitarán el camino.

Es cierto que los medios no son educadores, sino que fueron creados para informar y entretener. Pero también es cierto que tienen impacto en las audiencias, impacto para cambiar comportamientos -y sino por qué los usan los publicistas y los formadores de opinión- y es allí donde está el llamado a su verdadera responsabilidad con la sociedad.

Dejo estas inquietudes para la redlexión.

"No produzcan tanta m..."

Samuel Arango M.

Publicada en Caja Mágica en El Colombiano el 8 de marzo de 2010

Hace unos días se reunió en Hollywood un grupo de directores y productores de cine colombiano con una reconocida personalidad de la meca del cine, que había sido jurado del Festival de Cartagena. Le preguntaron su opinión sobre el cine colombiano y ella respondió sin titubear: "No produzcan tanta m?". La frase cayó como un baldado de agua fría.



Esta dura respuesta puede aplicarse también, sin lugar a dudas, a la televisión colombiana. Nos referimos a las narconovelas y a las miniseries que últimamente, del dolor y la tragedia han hecho entretenimiento. Narcos, capos, mafia, sicarios, paras, guerrilleros, violaciones, droga, sexo, tetas. Todo lo que más nos duele y preocupa, fragmentos minoritarios de realidad, la televisión lo ha convertido en rating, en negocio, en explotación morbosa, incluso con el patrocinio de la Alcaldía de Medellín. Con el falso pretexto de que es la realidad total, nos han metido a todos y especialmente a los paisas a ser reconocidos en el país y el mundo como bandidos de los peores. Poderoso caballero es don dinero. Como el morbo atrae a la gente, le damos morbo. No importan los valores, no importa el dolor y la tragedia. Morbo es audiencia, audiencia es dinero. Hagamos plata a costa del dolor.


La defensora del televidente de uno de los canales dio una respuesta estúpida y preocupante: cambien de canal. Defensora del canal. Si la esposa engaña a su cónyuge en el sofá, la solución es vender el sofá, sirve de consuelo. El autor de la novela original, que no reza Rosario, dijo sin vergüenza: los valores los enseñan los himnos?


Aunque es verdad, cambiamos de canal, pero además le pedimos a la gente, a los paisas, que no compremos los productos que anuncien en esas novelas. Bloqueemos el negocio de la explotación del morbo. Miremos cuáles son los patrocinadores de la degradación y apliquémosle la tenaza. Eso sí lo entienden.


Mientras tanto, los paisas reclamamos nuestro honor.


En un salón de clase el profesor les pidió a los alumnos en el primer día que se presentaran. Salió el cabezón Guerrero y dijo, me llamo fulano de tal, soy de la sucursal del cielo, ve, soy de Cali. A continuación salió un paisa y dice, me llamo tal por cual, soy del cielo, de Medellín.


Para mostrar tenemos millones de ejemplos. Gobernantes tan buenos como Juan Gómez, Luis Alfredo Ramos, Sergio Fajardo, Omar Flórez, Antonio Roldán, los Gaviria, Eugenio Prieto, Ramiro Valencia, Belisario Betancur, Álvaro Uribe. Industriales y comerciantes del talante de Camilo Mora, los Echavarría, Fabio Rico, Darío Múnera. Empresas como Nacional de Chocolates, Isa, EPM, Isagén, Imusa, Haceb. Artistas como Fernando Botero, Pedro Nel Gómez, Fernando González, Barba Jacob, León de Greiff, Tomás Carrasquilla, Arenas Betancur, Salvador Arango, Melitón Rodríguez, Andrés Sierra, Juanes. Mujeres como María Cano, Débora Arango, Sofía Ospina, Laura Montoya, Noemí Sanín, María Emma Mejía, María Luisa Calle, Lina Moreno, María Inés Restrepo.


La lista es casi infinita porque además estamos ustedes y yo que no somos lo que las narconovelas dicen de nosotros.


Señor, perdónalos porque SI saben lo que hacen y nos están masacrando.

lunes, 1 de marzo de 2010

La carreta vacía

Samuel Arango M.

Publicada en El Colombiano el 1 de marzo de 2010


A esta historia hay que ponerle oído:

Caminaba un joven con su padre cuando éste se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio preguntó: " Hijo, además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?"


El joven agudizó sus oídos y algunos segundos después le respondió: "Estoy escuchando el ruido de una carreta."


"Eso es" - dijo el padre - "Es una carreta vacía."


El joven le preguntó a su padre: "¿Cómo sabes que es una carreta vacía, sí aún no la vemos?"


Entonces el padre respondió: "Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía esté la carreta, mayor es el ruido que hace”.


No se porqué pero me parece que los colombianos estamos escuchando muchos ruidos.


Cuando alguien habla sin parar y no deja que otros expresen algo, es ruido.


Cuando alguien no tolera el modo de ser de otros y los critica sin misericordia, estamos oyendo ruido. Cuando se habla mal del todo el mundo, sin compasión ni justicia, estamos escuchando ruidos.


Cuando alguien critica todo, a toda hora, nada le gusta, nada es bueno, la vida es horrible, el país es un desastre, el gobierno es el peor…estamos oyendo ruido.


Cuando se apoya la violencia, no se quieren entender los argumentos, se odia hasta perder la razón, estamos soportando ruidos.


Cuando se grita para imponer la opinión propia sobre la calmada ajena, estamos sufriendo ruidos.


Los ruidos de la intolerancia, de la guerra, de la incomprensión.


Las personas están llenas de ruidos.


Porque odian, porque hablan demasiado, porque acaban en un segundo con la honra de la gente, porque no dan la cara, porque engañan, porque dan puñaladas por la espalda.


Se escuchan en las ciudades y en los campos el ruido de las carretas vacías.


Hombres que de hombres sólo tienen colgandejos. O bustos prominentes para gritar el vacío.


Cuando observo pavonearse a un prepotente que con su actitud desprecia a los demás, escucho no un ruido sino un estruendo.


Escuchamos ruidos en pancartas que insultan la dignidad de un país. O en manifestaciones con rostros tapados. O en protestas que buscan tapar los atentados contra la dignidad humana, los secuestros, la aniquilación de los indígenas, el ataque rastreo a la población indefensa. Suenan ruidos estruendosos cuando se dobla la cobardía.


A los colombianos nos invadió el ruido de las palabras gritadas, de las odiadas, de las tergiversadas, de las palabras, de las palabras, de palabras, palabras, palabras, palabras.


Cuando veo todas estas cosas, siento en mi interior una suave voz que me susurra:


"Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace".