Por Samuel Arango M.
Hace unos años buscaba apartamento en Estados Unidos. Visité
varios edificios y en dos de ellos encontré un horripilante letrero que decía:
“No se permiten niños” En cambio, los apartamentos estaban llenos de perros,
pájaros, gatos y todo tipo de mascotas. Aún estoy traumatizado.
Pero ahora vivo en un bello y apacible barrio rodeado de parques, árboles, flores. Lo triste es que en esos parques “no se permiten niños” porque si salen a jugar a los parques se llenan de caca de perro.
Tampoco se permiten ancianos caminando y aprovechando las bancas, ni jóvenes haciendo deportes, porque se untan.
A un elegante ejecutivo joven le pedimos en tono cortés que por favor recogiera lo que su perro acababa de hacer y respondió furioso: “NO, ES ABONO”. Mi esposa le respondió: “pues equivale a
hacer sus necesidades en el parque. No es abono, es antiecológico y antihigiénico. Esos moscos que se paran en los excrementos de su perro son los que después se posarán en sus alimentos”.
En otra unidad tuve un vecino que poseía un bello perrito llamado Lukas. Soy tan de buenas que al animalito le encantaba hacer pipí en la puerta de mi apartamento. Mi esposa, desesperada, le echó pimienta al rincón sanitario canino y fuimos agredidos verbalmente por que éramos ïnhumanos” ya
que el Lukas olía su rincón preferido y salía desesperado estornudando como perro.
No es que le tenga fobia a los perros, de hecho hay tres en la finca, pero le tengo fobia a los amos y amas de todas las edades, que no educan a los perros porque ellos mismos no saben nada de cultura ciudadana.
Hay un vecino actual, ya maduro, que deja a su perro solo y encerrado en su apartamento por varios días. El pobre perrito ladra y chilla día y noche. Y los vecinos rabiamos día y noche. Otro vecino tiene un perrazo que ya ha mordido a varios, pero lo sigue sacando sin bozal y sin correa.
Insisto, el problema no son los animalitos, son los dueños, seres inmaduros, descarados, incivilizados, crueles, mal educados, atrevidos, groseros, abusivos.
Soñamos con aceras y parques limpios, con jardines cuidados por todos los vecinos, con senderos y prados libres de caca y orín, plenos de niños alegres, ancianos apacibles y serenos, jóvenes ranspirando energía, y también con perritos de dueños cultos.
HACEN FALTA MUCHAS CAMPAÑAS DE CULTURA CIUDADANA. Las normas solas no sirven, porque no hay quien las haga cumplir. Ojalá cobraran multas a los incultos, porque estas actitudes son causas de roces entre los ciudadanos y tienen impactos en el medio ambiente, en la higiene pública y en la salud de todos.